Las visiones parciales y las realidades aparentes han sustentado la política y las acciones en salud (1) que han desconocido lo local en favor de las tendencias globalizantes de la medicalización. De manera parcial han abordado la compleja dimensión de las problemáticas de la salud y sus diferentes relaciones e impactos, entre otros: la influencia nociva de ciertas condiciones medioambientales, la asociación directa entre pobreza y problemas de enfermedad. Tampoco han explorado las construcciones culturales de la salud y la enfermedad, y las necesidades sentidas por la población, tampoco han reconocido y aceptado la participación de la gente, han desconocido sus eficaces experiencias históricas que no han podido ser objetivizadas o cuantificadas, y que además son rechazadas por la normartividad que hace de ellas un tabú.

La aproximación, a potenciales nuevos conocimientos que podrían aportar las poblaciones, se hace a la manera de un conocimiento científico convertido en una vara de medida que despues de ser introducida en el corpus de los saberes de los grupos humanos, se retira para verificar qué tanto se ha impregnado de fundamentos científicos para ser reconocidos e incorporados en el corpus del saber hegemónico en un proceso de traducción cultural que desconoce los procesos históricos de los saberes.

En esta perspectiva, más de un análisis fito-químico de plantas medicinales utilizadas en rituales curativos y reconocidas como eficaces por los grupos humanos, no ha dejado en evidencia la presencia de principios bioactivos -perspectiva farmacológica- para curar las enfermedades en cuyos tratamientos las personas utilizan estos recursos botánicos, tal vez porque en los análisis no se incorporaron variables trascendentales que tienen que ver con las otras plantas que se ingieren en los rituales, incluidas las plantas de conocimiento -mal llamadas alucinógenas-, y sus valoraciones culturales de eficacia, entre otras.

Todavía hace presencia aquella tradición occidental que considera la ciencia como la forma de conocer necesaria e inevitable; además, es la que ha generado espacios de exclusión al oponerse a otras formas de conocer, señalando fronteras de conocimiento con actitudes hegemónicas y relaciones de poder que han sustentado el discurso colonial pasado y contemporáneo. Existe en el sector salud una historia de transformaciones institucionales, en algunos casos con ideas importantes como la de reducir el asistencialismo y  “ser menos curativos”, para desarrollar más actividades extra-hospitalarias con énfasis en las de promoción y prevención; sinembargo, se sigue el mismo camino de la inercia del modelo biológico y curativo del cual participa la mayoría del personal de salud, porque la actitud se mantiene; además la política ha sido inoperante a la hora de acciones pertinentes porque no hay una aproximación a la realidad de la salud y enfermedad de las personas en términos interpretativos mas allá de las apariencias.

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(1)Los planificadores en su generalidad son pasivos o presentan una visión a-critica frente a las políticas locales, como su opción política; es bueno resaltar que no siempre las personas de más experiencia en lo  investigativo en el campo de la salud se encuentran en el sector salud y tampoco han administrado la “cosa” pública, y los que se encuentran en el sector salud encargados de la planificación y diseño no convocan -para complementar y enriquecer su labor- a otras personas de otras disciplinas para conjugar una experiencia interdisciplinaria. Este último hecho da cuenta de una actitud que refleja un problema estructural en la formación disciplinaria donde la uni-disciplinariedad sigue primando a pesar de los importantes avances en la construcción de curriculos interdisciplinarios.